En muchos casos, la figura del autónomo es una imposición empresarial para no hacer contrato laboral, ni pagar seguros sociales ni asumir los costes cuando el trabajador o la trabajadora se ponen enfermos. Un régimen de esclavitud legalizado, fruto de lo duro que está el mercado para los que no son dueños de los medios de producción.
En otros casos, se trata de pequeñas empresas de autoempleo, devorados no solo por la crisis económica sino por la implacabilidad de las corporaciones bancarias a la hora de exigir el cobro de sus créditos.
En realidad el "autónomo" goza de poca autonomía: paga una barbaridad a Hacienda y a la Seguridad Social -sin poder renegociar sus minusculas deudas-, no puede ponerse enfermo (no digamos ya tener hijos en el caso de las mujeres), y no goza de las grandes líneas de crédito de las grandes compañías, con las que compiten. Y que, en sus relaciones con los autónomos, imponen condiciones leoninas.
Lo tienen crudo, o sea.
Chipude, de Rodolfo Santana
[La política cínica del imperio. Fidel Castro]
[“Xenofobia” en Sudáfrica: ¡socialismo o barbarie!. Fred Weston]
No hay comentarios:
Publicar un comentario