Vaga de noche de pared en pared
y de esquina en esquina, como
un perro que marca su territorio.
Transita parques y plazas,
barrios tomados por la basura,
descampados amenazados y desiertos,
mientras los coches duermen
y velan las cámaras de seguridad.
Las discotecas y los prostíbulos
no lo detienen. Se desliza
como una mirada furtiva. Su pulso
está preso en lo que oculta.
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