A quienes una vez luchábamos juntos, aunque fuera sólo durante un fragmento de la mañana, un abrazo. Qué más da las diferencias, grandes o pequeñas, los desacuerdos, las frustraciones. Apostábamos con todo lo que teníamos, y a veces hasta acertábamos.
A estas alturas, tras horas y horas de reuniones, de carreras, de palos, de detenciones, o cárcel, o torturas, y pegadas, y mítines, y reparto de panfletos, lo que importa es que peleamos juntos contra los enemigos del hombre. Y que estamos dispuestos a volver a combatir cuando todo esté (está) en peligro.
Porque no hemos sido adocenados, ni nos hemos complacido con las minucias, y porque procurábamos ver más allá de nuestras narices. Porque hemos estado en la rebelión y en la amargura, y seguimos disconformes con la cotización en oro de un ser humano. Porque existimos, aunque sea maldiciendo, renegando, respirando a medias.
Porque lo que amamos es más grande que nuestras heridas. Y porque esa "inmensa humanidad" que espera nos necesita, ahora más que nunca.
Compañeras, compañeros: está llegando el tiempo.
1 comentario:
Buen galimatías para la perpetuación de la metafisica de la izquierda del capital.
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