
Desde que huíamos de los leopardos en las sabanas africanas, acudíamos a hierbas y pócimas, adobadas con magia, conjuros y rezos. Los árabes sistematizaron las recetas y los recetarios. Luego vinieron Dohmagk con las sulfamidas y Fleming con la penicilina, y la cosa cambió bastante. Pero al final aparecieron las multinacionales farmacéuticas, Carontes en la laguna Estigia de las enfermedades, y hemos vuelto a las pócimas revestidas de nombres futuristas, a los conjuros (publicitarios) y a la magia de los antioxidantes.
Como siempre a contracorriente, yo es que me oxido (luego existo).
1 comentario:
Hombre, somos pocos, pero aun existimos, es una pena que sea un arte ya en desuso pero mas que por los farmacéuticos que nos encanta hacerlo por los médicos que, salvo los dermatólogos, pocos mas nos usan.
Lo que nosotros no tenemos son los medios de la potente industria farmacéutica para "sensibilizar" a los médicos en las maravillas que hacemos.
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