Es muy difícil estar contra corriente. Lo fácil es decir amén a todo y evitarse problemas. Poner nuestra vida en manos de otros, que son los que toman las decisiones. Al fin y al cabo -nos adoctrinan- ellos saben más que nosotros, simples mortales. Desde la escuela a la universidad, desde las televisiones hasta los púlpitos, somos condicionados para aceptar las ideas oficiales. Para creernos la benéfica representación que el poder hace de sí mismo.
Hasta la situación de los más depauperados se nos presenta como amenaza inmediata si nos atrevemos a rebelarnos. Decir que no es sumamente difícil para las personas corrientes. A veces es creencia, y otras veces comodidad. Muchas veces es miedo sin fundamento. Otras muchas el sordo temor por el propio trabajo, por la familia, por los amigos. Usar la propia cabeza va acompañado siempre por el temor a equivocarse.
Lo explicaba Kavafis:
A ciertas personas les llega un día
en que deben pronunciar el gran Sí o el gran No.
Quién lleva el Sí dispuesto, pronto
lo manifiesta, y diciéndolo progresa
en el camino de su honor y de su propio criterio.
Quién dijo No, no se arrepiente. Si de nuevo le preguntaran
diría No otra vez. Y sin embargo, ese No,
ese justo No, lo destruye para toda su vida.
Pero la condición humana es la de salirse del rebaño. Y no hay nada más humano que cuestionarse las grandes verdades que se nos imponen, como reveladas personalmente por los dioses. Así hubo alpinistas que subieron a la cima inaccesible. O navegantes que alcanzaron el confín del océano infinito. O médicos que salvaron a enfermos ya desahuciados. Gente que no se cree que todo vaya a seguir igual, ni que sea inútil toda rebeldía. Los que se negaron a seguir soportando que los leopardos nos cazaran impunemente en las sabanas de África. Las mujeres y los hombres que repasan la cuenta, pues son quienes van a pagarla.
No, no es fácil decir que No. Pero conviene atreverse.
Hasta la situación de los más depauperados se nos presenta como amenaza inmediata si nos atrevemos a rebelarnos. Decir que no es sumamente difícil para las personas corrientes. A veces es creencia, y otras veces comodidad. Muchas veces es miedo sin fundamento. Otras muchas el sordo temor por el propio trabajo, por la familia, por los amigos. Usar la propia cabeza va acompañado siempre por el temor a equivocarse.
Lo explicaba Kavafis:
A ciertas personas les llega un día
en que deben pronunciar el gran Sí o el gran No.
Quién lleva el Sí dispuesto, pronto
lo manifiesta, y diciéndolo progresa
en el camino de su honor y de su propio criterio.
Quién dijo No, no se arrepiente. Si de nuevo le preguntaran
diría No otra vez. Y sin embargo, ese No,
ese justo No, lo destruye para toda su vida.
Pero la condición humana es la de salirse del rebaño. Y no hay nada más humano que cuestionarse las grandes verdades que se nos imponen, como reveladas personalmente por los dioses. Así hubo alpinistas que subieron a la cima inaccesible. O navegantes que alcanzaron el confín del océano infinito. O médicos que salvaron a enfermos ya desahuciados. Gente que no se cree que todo vaya a seguir igual, ni que sea inútil toda rebeldía. Los que se negaron a seguir soportando que los leopardos nos cazaran impunemente en las sabanas de África. Las mujeres y los hombres que repasan la cuenta, pues son quienes van a pagarla.
No, no es fácil decir que No. Pero conviene atreverse.
Raimon canta Diguem No
1 comentario:
Mensaje recibido. Seremos pocos lo que sentimos la necesidad de decir NO, y sus adversas consecuencias tenemos que soportar, pero la felicidad que nos ofrece el paso del tiempo al confirmarnos de vez en cuando, que la verdad y la razón estaban de nuestra parte, compensa, y mucho. Gracias, compañero.
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