He cabalgado llanuras de delirio
como una sombra errante que disparaba
sobre esquirlas de acero en un páramo de cristal pulido;
he recorrido todas las trincheras a este lado
de la batalla de siglos, la guerra del tiempo;
he amado con pálpito lascivo, con abnegación absoluta,
pieles y corazones y cerebros y miradas que languidecían;
me he entregado en sacrificio a los hombres y las cosas
del mundo, la espiral de lo ilusorio.
Y ahora que me he plantado sobre mis propios pies,
despojado de vestidos transitorios y trinchas de combate,
ahora que soy adorado por un solo fiel que gasta
varillas de incienso y besos luminosos,
ahora,
agonizo con la indiferencia con que se consume
un viejo dios terrible y olvidado.
(De Exopiélago)
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