Por el norte la ciudad cae
hasta donde los bañistas
suben y bajan con las mareas.
Las sirenas de diecisiete años
se cocinan en el estío arrogante
hasta que el sol se sacia de sus pechos.
Las toallas están debidamente enarenadas,
y el hombrecito del acné
marca su territorio con ruido y discoteca,
mientras niños desnudos
y ancianas pálidas
enredan sus pies en algas marrones.
En esto hemos terminado
quienes tomábamos la playa
para la libertad y la inspiración:
miramos con lentes ahumadas ese mismo lugar
donde yacen ahora nuestros protectores solares.
(De Noticias del Frente)
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