Blanco sobre nuestras cabezas,
un destello de luz como una bala
dirigida letalmente al corazón del norte.
Rígido y aéreo, cruza el cielo
y desaparece. La urbe
sigue latiendo entre motores
de combustión interna
y geometría.
Abajo apretamos el paso
en el aire espeso de la ciudad marítima,
nos deslizamos empapados
de octubre y gasolina.
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