Alguien en la calle te pregunta
por una dirección o un rastro,
por un edificio o una quimera,
atravesando el espacio que le separa
y te separa. Entonces
atisbas un rostro que puede ser el tuyo,
o una mirada perdida,
el gesto de una mano
o la curva de una cadera.
Trazas en el aire una línea
indicando un rumbo o una derrota.
Da igual donde señales. No importa
la belleza de Teseo o su apostura:
no hay hilo que seguir a parte alguna
ni salida para este laberinto.
Imagen de cabecera de esta entrada:
Composición sobre el cuadro Ariadna abandonada de J.W. Waterhouse
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