Los profesores de "Formación del Espíritu Nacional", asignatura obligatoria en el fascismo, nos insistían mucho en que «es preferible la injusticia al desorden». La cosa tenía su lógica: la injusticia era su reino y el desorden su cuestionamiento. El "desorden" al que se referían era que hiciéramos huelgas, manifestaciones y otras actividades subversivas.
Pero no hay mayor desorden que el de la injusticia, ni mayor violencia que la del sistema contra los que no somos beneficiarios del orden establecido.
"Se vive solamente una vez", que decía la canción. Y en esta única existencia entre la nada y la nada, prefiero el desorden a vivir como esclavo, como simple animal de carga doliente.
Me rebelo, luego existo.
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