El poder de las religiones, en especial las monoteístas, surge por el miedo humano a la muerte, pero su control sobre los "fieles" radica en la represión de la sexualidad. La hermosa expresión de la sexualidad humana encarcelada en monsergas, pecados y castigos infernales. Donde sólo hay epidermis, latidos, deseo de vencer por un instante el vacío del viaje de la nada a la nada, y ternura, y pasión, y fluidos, los curas quieren imponer renuncia, temor, autoflagelación.
La piel, los labios, el ser humano, están hechos para el sexo, para la entrega, para el juego, las caricias. Solo locos muy enfermos llenan de sombras la sexualidad humana. La caterva de reprimidos, psicópatas, pederastas e hipócritas que intenta encerrar la libertad humana bajo sus pestilentes faldas negras. Los cuervos enemigos de todo gozo que tratan de convencer a millones de personas de que no usen preservativos, ni métodos anticopceptivos, condenándoles a la enfermedad, la miseria y el fallecimiento.
Estos agentes de la muerte deberían estar encerrados; sus perversas mentes tratadas durante largo tiempo, sus horribles proclamas condenadas al hielo de los desvaríos, sus cubiles demolidos hasta que no quede piedra sobre piedra.
A todas cuantas han compartido conmigo el maravilloso placer humano, mi eterna gratitud. Deseo de corazón haber sabido corresponderles. Cuando mi vida acabe, esa breve felicidad la llevaré conmigo.
La piel, los labios, el ser humano, están hechos para el sexo, para la entrega, para el juego, las caricias. Solo locos muy enfermos llenan de sombras la sexualidad humana. La caterva de reprimidos, psicópatas, pederastas e hipócritas que intenta encerrar la libertad humana bajo sus pestilentes faldas negras. Los cuervos enemigos de todo gozo que tratan de convencer a millones de personas de que no usen preservativos, ni métodos anticopceptivos, condenándoles a la enfermedad, la miseria y el fallecimiento.
Estos agentes de la muerte deberían estar encerrados; sus perversas mentes tratadas durante largo tiempo, sus horribles proclamas condenadas al hielo de los desvaríos, sus cubiles demolidos hasta que no quede piedra sobre piedra.
A todas cuantas han compartido conmigo el maravilloso placer humano, mi eterna gratitud. Deseo de corazón haber sabido corresponderles. Cuando mi vida acabe, esa breve felicidad la llevaré conmigo.
Rita Hayworth canta Amado mío
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