La “ventaja” de una gran obra públi-ca sobre varias pequeñas es que una licitación grande permite grandes comisiones. Eso no quiere decir que todas las grandes obras sean innecesarias o inútiles para el bienestar de los ciudadanos pero, evidentemente, obliga a considerar con mucho cuidado la relación costes-beneficios en cada una de ellas. Y a vigilar lo que hay detrás de las iniciativas que se ponen en marcha.
El empeño del Cabildo de Gran Canaria por construir una vía y un sistema de trenes entre Las Palmas y el sur grancanario, llama mucho la atención.
En primer lugar, porque ese servicio de transporte de viajeros está bien cubierto por las guaguas de la empresa Global. Por mucho menos de los 1.000 millones inicialmente previstos para el tren (que, a buen seguro, se multiplicarán en la práctica) se podría subvencionar ese servicio de guaguas para hacerlo más eficiente y rápido. Y, desde luego, en los 48 kilómetros previstos, con sus correspondientes paradas, no es creíble que el tren pueda alcanzar una velocidad realmente competitiva.
En segundo lugar, porque el mantenimiento anual de la vía y de los trenes es mucho más caro que la construcción de toda la infraestructura necesaria. Al señor Román Rodríguez ya le pasó eso mismo con la construcción del macrohospital Dr. Negrín, auténtico agujero negro presupuestario que nunca ha funcionado al cien por cien.
En tercer lugar, no se justifica el destrozo medioambiental y paisajístico de los 48 kilómetros de vías, arcenes y espacio de seguridad a cada lado de las vías. Un territorio como el nuestro ya está lo suficientemente deteriorado como para rematarlo con semejante despropósito.
Y, por último, llama también la atención la estación terminal del trenecito, prácticamente ubicada en la recepción del Hotel Meloneras.
Dirán ustedes que uno es muy mal pensado. Pero Don Román Rodríguez, a quién acaba de fallar una operación de compra –innecesaria– de la playa protegida de Gu-Guy, es quién debe explicar las razones de botar esa ingente cantidad de millones de euros. Un despilfarro que se anuncia como preludio de otro tren posterior por en norte de la isla. Y no basta con aferrarse a un insularismo canarión -eje de su discurso político- que quiera emular en todo lo que se hace en Tenerife.
La pregunta es: ¿Qui bono? ¿A quién beneficia?
El empeño del Cabildo de Gran Canaria por construir una vía y un sistema de trenes entre Las Palmas y el sur grancanario, llama mucho la atención.
En primer lugar, porque ese servicio de transporte de viajeros está bien cubierto por las guaguas de la empresa Global. Por mucho menos de los 1.000 millones inicialmente previstos para el tren (que, a buen seguro, se multiplicarán en la práctica) se podría subvencionar ese servicio de guaguas para hacerlo más eficiente y rápido. Y, desde luego, en los 48 kilómetros previstos, con sus correspondientes paradas, no es creíble que el tren pueda alcanzar una velocidad realmente competitiva.
En segundo lugar, porque el mantenimiento anual de la vía y de los trenes es mucho más caro que la construcción de toda la infraestructura necesaria. Al señor Román Rodríguez ya le pasó eso mismo con la construcción del macrohospital Dr. Negrín, auténtico agujero negro presupuestario que nunca ha funcionado al cien por cien.
En tercer lugar, no se justifica el destrozo medioambiental y paisajístico de los 48 kilómetros de vías, arcenes y espacio de seguridad a cada lado de las vías. Un territorio como el nuestro ya está lo suficientemente deteriorado como para rematarlo con semejante despropósito.
Y, por último, llama también la atención la estación terminal del trenecito, prácticamente ubicada en la recepción del Hotel Meloneras.
Dirán ustedes que uno es muy mal pensado. Pero Don Román Rodríguez, a quién acaba de fallar una operación de compra –innecesaria– de la playa protegida de Gu-Guy, es quién debe explicar las razones de botar esa ingente cantidad de millones de euros. Un despilfarro que se anuncia como preludio de otro tren posterior por en norte de la isla. Y no basta con aferrarse a un insularismo canarión -eje de su discurso político- que quiera emular en todo lo que se hace en Tenerife.
La pregunta es: ¿Qui bono? ¿A quién beneficia?
Willy Deville canta Hey Joe
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