Está claro: no tengo tiempo. Entre el trabajo con que me gano la vida "de infeliz manera" (que decía Alonso Quesada), los artículos que escribo, fregar la loza, todo lo que tengo que leer, hacer de comer, la poesía, criar a un hijo, las reuniones del partido, planchar, acudir a la tele... No me queda tiempo para llamar a los amigos, pasear, ir al cine. Vamos, ni para vivir.
Quizá no sea cuestión de tiempo, sino de edad, porque, a lo que recuerdo, con veinte años la actividad que hago ahora en una semana la hacía entonces en un día más bien aburrido.
No es que me queje. Esto es lo que he elegido entre las (pocas) distintas formas de vivir por las que podía optar. Y aunque se formen mala opinión de mi concepto de la amistad quienes me aprecian, no concibo otra forma de proceder que la pasar el tiempo que me ha sido concedido en la Tierra como sujeto activo, y no como objeto pasivo.
Como humano, o sea.
No es que me queje. Esto es lo que he elegido entre las (pocas) distintas formas de vivir por las que podía optar. Y aunque se formen mala opinión de mi concepto de la amistad quienes me aprecian, no concibo otra forma de proceder que la pasar el tiempo que me ha sido concedido en la Tierra como sujeto activo, y no como objeto pasivo.
Como humano, o sea.
Lila Downs canta La Cucaracha
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