La verdad es que cada vez es más difícil establecer lo que es ser una persona inteligente. Ya saben aquello de que el ajedrez desarrolla mucho la inteligencia… para jugar al ajedrez. Los franceses Binet y Simon, inventores de los modernos tests de inteligencia, se encontraron con un sorprendente resultado en las primeras aplicaciones del mismo: las mujeres daban coeficientes sistemáticamente más altos que los hombres.
¿Qué creen que hicieron los dos "científicos" franceses? Efectivamente, cambiaron los tests hasta conseguir que el resultado fuera justo el contrario. Los hechos eran erróneos. Había que mantener contra toda prueba su concepción inspiradora: el llamado "darwinismo social". Los machos deben ser más inteligentes que las mujeres. Los blancos son intelectualmente superiores a los negros. Y a los indios, los árabes, los chinos…
Los ricos son más inteligentes que los pobres. Por eso son ricos. Y más aún: los hijos de los ricos son, necesariamente, más listos que los hijos de los pobres. Así podemos seguir ad nauseam. Los dirigentes son, genéticamente, más inteligentes que los dirigidos. Los empresarios más inteligentes que sus empleados. Los colonos más listos que los colonizados. Que los canarios, vamos. Y nosotros más inteligentes que los moros. Por no mentar a los subsaharianos. Y, por supuesto, los banqueros son muchísimo más inteligentes que los –pobres– poetas.
No vamos a permitir que la realidad estropee el desayuno a los bienpensantes. "No creen en los hechos –cantaba Bertolt Bretch–, sólo creen en sí mismos. Si llega el caso, son los hechos los que tienen que creer en ellos".
Así que ya saben. No pretendan ser más despabilados de lo que corresponde a su estatus social. No es inteligente, digamos. Su jefe ha de ser más listo que usted. O, al menos, parecerlo. Ni que decir tiene lo torpe que es buscarse la ruina largando por esa boquita como si usted pensara con su propia cabeza. Señor, señor, qué atrevimiento.
Nada, nada, sométase a los superhombres y no sea usted crítico. No es educación, ni recursos, ni dinero. Es pura primacía natural de sus pequeñas células grises. Las cosas están bien como están. Y va todo maravillosamente bien. Prueba irrefutable de ello es que nuestros políticos son mucho más inteligentes que el resto de los ciudadanos, ¿verdad? Píquemelo menudo, que lo quiero para cachimba.
¿Qué creen que hicieron los dos "científicos" franceses? Efectivamente, cambiaron los tests hasta conseguir que el resultado fuera justo el contrario. Los hechos eran erróneos. Había que mantener contra toda prueba su concepción inspiradora: el llamado "darwinismo social". Los machos deben ser más inteligentes que las mujeres. Los blancos son intelectualmente superiores a los negros. Y a los indios, los árabes, los chinos…
Los ricos son más inteligentes que los pobres. Por eso son ricos. Y más aún: los hijos de los ricos son, necesariamente, más listos que los hijos de los pobres. Así podemos seguir ad nauseam. Los dirigentes son, genéticamente, más inteligentes que los dirigidos. Los empresarios más inteligentes que sus empleados. Los colonos más listos que los colonizados. Que los canarios, vamos. Y nosotros más inteligentes que los moros. Por no mentar a los subsaharianos. Y, por supuesto, los banqueros son muchísimo más inteligentes que los –pobres– poetas.
No vamos a permitir que la realidad estropee el desayuno a los bienpensantes. "No creen en los hechos –cantaba Bertolt Bretch–, sólo creen en sí mismos. Si llega el caso, son los hechos los que tienen que creer en ellos".
Así que ya saben. No pretendan ser más despabilados de lo que corresponde a su estatus social. No es inteligente, digamos. Su jefe ha de ser más listo que usted. O, al menos, parecerlo. Ni que decir tiene lo torpe que es buscarse la ruina largando por esa boquita como si usted pensara con su propia cabeza. Señor, señor, qué atrevimiento.
Nada, nada, sométase a los superhombres y no sea usted crítico. No es educación, ni recursos, ni dinero. Es pura primacía natural de sus pequeñas células grises. Las cosas están bien como están. Y va todo maravillosamente bien. Prueba irrefutable de ello es que nuestros políticos son mucho más inteligentes que el resto de los ciudadanos, ¿verdad? Píquemelo menudo, que lo quiero para cachimba.
U2 interpretan Sunday bloody sunday
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