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sábado, 27 de junio de 2015

Syriza: con las reglas del enemigo


A lo más que teme la pequeña burguesía es a una revolución socialista, por mucho que se declaren "socialistas" y hasta "revolucionarios". Al fin y al cabo, nos dirán, "estamos mal, pero no tan mal". Por eso los políticos pequeño burgueses son incapaces de salir de los estrechos márgenes de la democracia burguesa. O ya puestos, del euro. Tras pavonearse como leones, los dirigentes de Syriza han demostrado no ser más que blandos gatitos, que tragan dócilmente con las imposiciones del imperialismo centroeuropeo.

En España, Pablo Iglesias ha defendido a sus colegas griegos aduciendo que "lo que han cedido es poco". Pues si le parece poca cosa el sablazo a las pensiones, la prolongación de la edad de jubilación y la subida del IVA sobre alimentos y otros productos básicos –por no hablar de todas las demás promesas electorales que se han dejado en la gatera–, cabe pensar que un hipotético gobierno de Podemos estaría también dispuesto a ceder en tales "menudencias".

Si uno no va en serio, las amenazas son vanas y el postureo termina notándose. Si uno no está dispuesto a enfrentarse de verdad al poder establecido, a desarmarlo, a destruirlo, difícilmente va a vencer en las mesas de negociación a los perros del capital financiero, podridos pero no idiotas, y a sacarles lo que no quieren ceder. Por eso el gobierno de Syriza no ha conseguido nada –salvo seguir con la soga al cuello un tiempo más– y el imperialismo europeo lo ha conseguido todo. Y aún quiere más.

El postureo es una de las principales manifestaciones ideológicas de la pequeña burguesía, que dice querer defender a la "clase media" –se refiere a los trabajadores– pero se siente superior a ella. No discute el negocio –esto es, el capitalismo–, sino que se postulan como mejores gestores del mismo, con más "sensibilidad social".

Por eso aceptan las reglas del enemigo. La "democracia" del enemigo. La sacrosanta Constitución y las leyes del enemigo. Los jueces del enemigo. Las leyes electorales del enemigo. El Registro de la Propiedad del enemigo. La moneda del enemigo. El ejército y las alianzas militares del enemigo. La policía del enemigo. Las cárceles del enemigo. Los medios de comunicación del enemigo. Y por eso mismo, rara vez consiguen algo –y, en ese caso, por poco tiempo–.

Los asalariados, que somos la mayoría de la población, deberíamos preguntarnos si nos ponemos a construir nuestras propias organizaciones y dotarnos de nuestra propia estrategia y nuestros propios "jefes" o si, por el contrario, podemos dejar todo nuestro futuro y nuestros intereses en manos de semejantes señoritos.

O, por decirlo en boca de uno de ellos, en manos de tales "generales mediocres". O sea.

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