El ruido de las motos que pasan
bajo la ventana, y el camión de la basura,
arrullan a esta mujer que duerme
solitaria y hechizada
en uno de tantos pisos iguales y sombríos.
Duerme mi amada desmadejada y sabia,
niña sobre sábanas nocturnas y sencillas.
Aquí no hay palacios ni príncipes azules,
sólo la mirada de este asalariado
que escribe cosas extrañas
en una caligrafía turbia.
Reposa inmóvil y bella,
ajena a las espirales del desespero,
a los planes de sangre de los asesinos,
a la polución que difumina la luna.
En la bóveda celeste no hay
otras estrellas que las de sus ojos cerrados.
Esta noche no pasean
ni los monstruos ni los elfos:
sólo mi amor penetra en su sueño.
bajo la ventana, y el camión de la basura,
arrullan a esta mujer que duerme
solitaria y hechizada
en uno de tantos pisos iguales y sombríos.
Duerme mi amada desmadejada y sabia,
niña sobre sábanas nocturnas y sencillas.
Aquí no hay palacios ni príncipes azules,
sólo la mirada de este asalariado
que escribe cosas extrañas
en una caligrafía turbia.
Reposa inmóvil y bella,
ajena a las espirales del desespero,
a los planes de sangre de los asesinos,
a la polución que difumina la luna.
En la bóveda celeste no hay
otras estrellas que las de sus ojos cerrados.
Esta noche no pasean
ni los monstruos ni los elfos:
sólo mi amor penetra en su sueño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario