Salió de la ducha descalzo y envuelto en una toalla grande.
-Vaya Rayco, así duchado y afeitado hasta pareces una persona.
-Gracias.
-Aquí tienes ropa limpia de mi ex, creo que te servirá. La tuya la he puesto en la lavadora. Ya ví que no traías muda.
-Bueno, en compensación haré la comida. ¿Tienes calabacines?
-Sí, en la nevera hay. A ver qué vas a hacer.
Se terminó de secar y se puso el pantalón y la camiseta de algodón que Sara le había sacado, mientras el gato se rozaba en sus piernas.
En la cocina puso aceite en una sartén y le echó una cebolla picada. Después peló unas cuantas papas y las cortó en trozos pequeños, añadiéndolas cuando se doraban las cebollas. Al final de todo echó tres calabacinos también troceados y le añadió un huevo, revolviéndolo. Lo sacó del fuego, repartió todo en dos platos y cogió dos cervezas de la nevera.
-Aquí está: mi famoso pisto ultrarrápido.
-Mmmm, está muy bueno- dijo ella probándolo-. Por cierto, no es por estropear el momento, pero ya me puedes explicar qué coño haces con esa pistola rara que tienes en la mochila.
-No deberías haberme registrado la mochila. Y no es una pistola, es un subfusil.
-¿Un qué?
-Una metralleta. Una P90 belga, por si quieres saberlo.
-Pues no, prefiero no saberlo. Y prefiero que no hayas traído eso a mi casa. ¿Pero en qué puñetero lío te has metido?
-Sólo serán un par de días, ya te lo dije.
Ella siguió mirándolo en silencio. Él se levantó, recogió los platos y los llevó a la cocina. Cuando volvió al salón, se sentó y empezó a hablar mirando al suelo.
-Después de tantos años me han descubierto. He seguido manteniendo todas las normas de seguridad, día tras día, año tras año.
Hizo una pausa para encender un cigarro.
-Por eso me di cuenta enseguida de que me vigilaban. Recogí lo imprescindible y me largué.
-¿Y ahora que vas a hacer?
-Encontrar a Tania. Ella es la única que puede sacarme de esta.
-Joder, no me digas que Tania existe de verdad. Creía que era un mito, un truco para engañarlos.
-Vaya que si existe. La vi un par de veces. La segunda me salvó el culo.
-Pues a ver si está viva después de tantos años. O si está en el país. O si está en condiciones de ayudarte…
-Conozco a alguien que conoce a alguien que conoce a alguien… Ya sabes cómo va esto.
-De acuerdo pero, por favor, ten cuidado.
Le acarició la cara con delicadeza mientras le miraba a los ojos.
-Anda, bobito, vamos a la cama.
-Vaya Rayco, así duchado y afeitado hasta pareces una persona.
-Gracias.
-Aquí tienes ropa limpia de mi ex, creo que te servirá. La tuya la he puesto en la lavadora. Ya ví que no traías muda.
-Bueno, en compensación haré la comida. ¿Tienes calabacines?
-Sí, en la nevera hay. A ver qué vas a hacer.
Se terminó de secar y se puso el pantalón y la camiseta de algodón que Sara le había sacado, mientras el gato se rozaba en sus piernas.
En la cocina puso aceite en una sartén y le echó una cebolla picada. Después peló unas cuantas papas y las cortó en trozos pequeños, añadiéndolas cuando se doraban las cebollas. Al final de todo echó tres calabacinos también troceados y le añadió un huevo, revolviéndolo. Lo sacó del fuego, repartió todo en dos platos y cogió dos cervezas de la nevera.
-Aquí está: mi famoso pisto ultrarrápido.
-Mmmm, está muy bueno- dijo ella probándolo-. Por cierto, no es por estropear el momento, pero ya me puedes explicar qué coño haces con esa pistola rara que tienes en la mochila.
-No deberías haberme registrado la mochila. Y no es una pistola, es un subfusil.
-¿Un qué?
-Una metralleta. Una P90 belga, por si quieres saberlo.
-Pues no, prefiero no saberlo. Y prefiero que no hayas traído eso a mi casa. ¿Pero en qué puñetero lío te has metido?
-Sólo serán un par de días, ya te lo dije.
Ella siguió mirándolo en silencio. Él se levantó, recogió los platos y los llevó a la cocina. Cuando volvió al salón, se sentó y empezó a hablar mirando al suelo.
-Después de tantos años me han descubierto. He seguido manteniendo todas las normas de seguridad, día tras día, año tras año.
Hizo una pausa para encender un cigarro.
-Por eso me di cuenta enseguida de que me vigilaban. Recogí lo imprescindible y me largué.
-¿Y ahora que vas a hacer?
-Encontrar a Tania. Ella es la única que puede sacarme de esta.
-Joder, no me digas que Tania existe de verdad. Creía que era un mito, un truco para engañarlos.
-Vaya que si existe. La vi un par de veces. La segunda me salvó el culo.
-Pues a ver si está viva después de tantos años. O si está en el país. O si está en condiciones de ayudarte…
-Conozco a alguien que conoce a alguien que conoce a alguien… Ya sabes cómo va esto.
-De acuerdo pero, por favor, ten cuidado.
Le acarició la cara con delicadeza mientras le miraba a los ojos.
-Anda, bobito, vamos a la cama.
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