-Hola Sara.
Cuando se volvió, vaciló en reconocerlo. De pronto su cara se iluminó.
-¿Rayco? ¿Eres tú?- y se abrazó a él durante unos largos segundos, antes de separar su cara para mirarlo fijamente.
-Estás hecho un desastre.
-Sí, lo sé. Tú eres la que está estupenda.
-Qué más quisiera. ¿Qué haces por aquí?
-Venía a ver si me puedes echar una mano. Necesito algún sitio para quedarme durante un par de días.
-Joder, pasan… ¿Cuánto? ¿Veinte años? Y tú sigues metido en líos.
-¿Sigues casada con el tipo aquel? Lo digo por si vas a tener problemas con dejarme en tu casa.
-No, hace años que me divorcié. Tú siempre le tuviste ojeriza.
-Me quitó a la chica que amaba.
-¡Qué mentiroso! Tú amabas otras cosas, y yo tenía que pensar en el futuro. De todas formas… Lo único bueno que salió es mi hija. Ya ves.
-¿Vive contigo?
-No, está estudiando fuera. Estoy sola en casa, no te preocupes.
-Puedes tener problemas por ayudarme.
-Me imagino. Lo tuyo siempre son problemas. Pero bueno, habrá que dejarte dormir en algún sitio, aunque sea con mi gato. Y desde luego, necesitas un buen baño y afeitarte, que parece que estás pidiendo.
-Gracias, Sara.
-Déjate de boberías. Ven por aquí, que tengo el coche aquí delante.
Ella se enganchó a su brazo, y caminaron juntos hasta un honda civic azul. Se quitó la mochila y se recostó en el asiento.
-Seguro que llevas días sin comer y sin dormir bien.
Siguieron en silencio mientras el coche arrancaba sumándose al tráfico.
-¿Y cómo dices que se llama tu gato?
No hay comentarios:
Publicar un comentario