La esperó en una cafetería cercana, confiando en que aún trabajara allí. Cuando salió, la reconoció enseguida. Seguía delgada, con sus largas piernas interminables enfundadas en un pantalón vaquero. Solo había cambiado el color de su pelo, que ahora llevaba con mechas. Se le acercó por detrás.
-Hola Sara.
Cuando se volvió, vaciló en reconocerlo. De pronto su cara se iluminó.
-¿Rayco? ¿Eres tú?- y se abrazó a él durante unos largos segundos, antes de separar su cara para mirarlo fijamente.
-Estás hecho un desastre.
-Sí, lo sé. Tú eres la que está estupenda.
-Qué más quisiera. ¿Qué haces por aquí?
-Venía a ver si me puedes echar una mano. Necesito algún sitio para quedarme durante un par de días.
-Joder, pasan… ¿Cuánto? ¿Veinte años? Y tú sigues metido en líos.
-¿Sigues casada con el tipo aquel? Lo digo por si vas a tener problemas con dejarme en tu casa.
-No, hace años que me divorcié. Tú siempre le tuviste ojeriza.
-Me quitó a la chica que amaba.
-¡Qué mentiroso! Tú amabas otras cosas, y yo tenía que pensar en el futuro. De todas formas… Lo único bueno que salió es mi hija. Ya ves.
-¿Vive contigo?
-No, está estudiando fuera. Estoy sola en casa, no te preocupes.
-Puedes tener problemas por ayudarme.
-Me imagino. Lo tuyo siempre son problemas. Pero bueno, habrá que dejarte dormir en algún sitio, aunque sea con mi gato. Y desde luego, necesitas un buen baño y afeitarte, que parece que estás pidiendo.
-Gracias, Sara.
-Déjate de boberías. Ven por aquí, que tengo el coche aquí delante.
Ella se enganchó a su brazo, y caminaron juntos hasta un honda civic azul. Se quitó la mochila y se recostó en el asiento.
-Seguro que llevas días sin comer y sin dormir bien.
Siguieron en silencio mientras el coche arrancaba sumándose al tráfico.
-¿Y cómo dices que se llama tu gato?
-Hola Sara.
Cuando se volvió, vaciló en reconocerlo. De pronto su cara se iluminó.
-¿Rayco? ¿Eres tú?- y se abrazó a él durante unos largos segundos, antes de separar su cara para mirarlo fijamente.
-Estás hecho un desastre.
-Sí, lo sé. Tú eres la que está estupenda.
-Qué más quisiera. ¿Qué haces por aquí?
-Venía a ver si me puedes echar una mano. Necesito algún sitio para quedarme durante un par de días.
-Joder, pasan… ¿Cuánto? ¿Veinte años? Y tú sigues metido en líos.
-¿Sigues casada con el tipo aquel? Lo digo por si vas a tener problemas con dejarme en tu casa.
-No, hace años que me divorcié. Tú siempre le tuviste ojeriza.
-Me quitó a la chica que amaba.
-¡Qué mentiroso! Tú amabas otras cosas, y yo tenía que pensar en el futuro. De todas formas… Lo único bueno que salió es mi hija. Ya ves.
-¿Vive contigo?
-No, está estudiando fuera. Estoy sola en casa, no te preocupes.
-Puedes tener problemas por ayudarme.
-Me imagino. Lo tuyo siempre son problemas. Pero bueno, habrá que dejarte dormir en algún sitio, aunque sea con mi gato. Y desde luego, necesitas un buen baño y afeitarte, que parece que estás pidiendo.
-Gracias, Sara.
-Déjate de boberías. Ven por aquí, que tengo el coche aquí delante.
Ella se enganchó a su brazo, y caminaron juntos hasta un honda civic azul. Se quitó la mochila y se recostó en el asiento.
-Seguro que llevas días sin comer y sin dormir bien.
Siguieron en silencio mientras el coche arrancaba sumándose al tráfico.
-¿Y cómo dices que se llama tu gato?
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