El letrero se veía elegante en medio de la calle repleta de carteles cochambrosos: “Space Restaurant Bar”. No le fue difícil descubrir el coche, un Volkswagen gris metalizado al otro lado de la calle. Dentro había un tipo joven, solo. “El otro debe estar dentro”, pensó. El primer problema era entrar sin que le descubrieran.
Tenía tiempo. Se encaminó a una gasolinera cercana y compró una lata de aceite para coches y un paquete de pañuelos de papel. Abrió la lata, enrolló los pañuelos formando una especie de cuerda hasta el interior de la lata y lo volvió a meter todo con cuidado en la bolsa de la compra que le habían dado.
Caminó despreocupadamente hasta situarse tras un Toyota varios coches detrás del Volkswagen. Se agachó, sacó el encendedor y prendió los pañuelos. Se levantó y cruzó la calle hacia la acera del Space. Hizó ver que miraba un escaparate y aguardó.
Pronto una humareda negra se elevó en medio de la fila de autos. El tipo de Volkswagen se giró para ver que ocurría. Aprovechó el momento para dirigirse a la puerta del restaurante con paso rápido.
El interior estaba oscuro. Se dirigió a la barra sin mirar a nadie, y pidió una cerveza. El local tenía pretensiones de modernidad, era amplio y muy limpio. Cogió la carta plastificada y la repasó como si estuviese eligiendo el menú. Allí estaba el número de teléfono, que memorizó.
Dejó pasar varios minutos antes de dirigirse a los servicios. Estaban también inmaculados. Sacó el móvil y llamó al restaurante.
-Restaurante Space, diga…
-Hola, quería hablar con René.
-René está trabajando en la cocina. ¿Es algo urgente?
-Por favor, dígale que soy su hermano Miki.
-Un momento…
Un minuto después otra voz se ponía al teléfono.
-Sí…
-¿René? Soy Miki. Me ha mandado a verte Richard. Estoy en el baño del restaurante. Vente para acá y hablamos.
El otro colgó sin decir nada más. Poco después la puerta se abrió y un cocinero bajito, con el delantal blanco punteado con manchas ocres entró en los servicios. Empuñaba un revolver y le apuntó directamente a la cara.
-No sé quién eres, y no tengo ningún hermano. Y seguro que tampoco te llamas Miki.
-Tranquilo… Richard me dijo que tú podías ayudarme.
-Es fácil soltar un nombre.
-Sí.
-Comprenderás que no voy a fiarme de ti.
-No hace falta que lo hagas. Estoy intentando contactar con Tania. Tú háblale a ella de Miki, el del 79, y ella sabrá quién soy. Y deja de apuntarme a la cara.
-Suponiendo que yo conozca a esa tal Tania…
-Sí claro, suponiendo que tú la conozcas, o que conozcas a alguien que la conozca.
-¿Dónde te localizo si tengo algo que decirte?
-Joder, estoy procurando precisamente que nadie me localice. Te llamo mañana por teléfono y me dices algo.
-Mañana no. Llámame en tres días. –Bajó el arma y la escondió en el bolsillo del delantal. –Ahora vete, pero sal por la puerta de atrás. Ven por aquí.
Siguió a René por un pequeño pasillo que no se veía desde el salón del restaurante. Ya en la calle se puso a caminar rápido, aunque aún no sabía dónde iba a pasar los tres próximos días.
1 comentario:
¿Y la continuación? Mira a ver, que esto engancha.
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