Se le persiguió no por sus repetitivas, aburridas y artificiosas escenas de sexo, sino porque tanto la aristocracia como la burguesía se creían en la obligación de horrorizarse en público por las fantasías (y las acciones) que les privaban en privado. Vamos, que las historias de Justine les ponían, y había que escandalizarse adecuadamente.
Para preservar la moral burguesa, pasó los últimos años de su vida encerrado en el manicomio de Charenton, para que los meapilas pudieran masturbarse en paz y no fuéramos a pensar que.
1 comentario:
excelente elección Calma Pueblo.Jose alberto
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