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domingo, 23 de noviembre de 2008

No hagan olas

Cuentan que llega un condenado al infierno y ve con asombro que el averno es un pasillo interminable. En él hay una sucesión de puertas cerradas. "Detrás de cada puerta -le explica Satanás- hay un tipo distinto de tormento eterno. No te abriré ninguna puerta para que veas en qué consisten, pero te permitiré que oigas a través ellas. Elige una, y ahí cumplirás tu condena". Tembloroso, el pobre desgraciado va recorriendo las distintas puertas, oyendo los alaridos de dolor y tortura que salen de cada una, incapaz de elegir ninguno de aquellos suplicios que se adivinaban tras las pesadas maderas.

Por fin, llega a una puerta de la que no sale grito alguno, ni señal de dolor o tormento. Sólo se oye a través de ella un sordo rumor, como una cantinela: "o-aa-oa, o-aa-oa...". Ante tremenda diferencia con todo lo demás, se vuelve al Demonio y asegura categórico: "Ésta". "Muy bien", dice Satanás. Entonces abre la puerta y el condenado ve horrorizado lo que ha elegido para sí mismo: un inmenso mar de mierda, lleno de condenados a los que el nivel de la porquería les llega al borde del labio inferior. Y que imploran a los demás como en un rezo: "No hagan olas, no hagan olas...".

Canarias ya es invendible como paraíso. Más bien como un largo pasillo lleno de casos y más casos de corrupción. Curiosamente, las puertas nunca terminan de abrirse. Algún pez chico (funcionario o político) sufre más o menos molestias, pero los peces gordos, los grandes capitalistas beneficiados, nunca son descubiertos. Claro que, si de verdad se quiere investigar, bueno sería saber que ha pasado con la materialización de los 20.000 millones de la RIC. No hagan olas.


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