
La nuestra no es una sociedad de la producción. Carecemos de una burguesía creadora, mucho menos culta. Canarias es el reino de los intermediarios, de los abaceros enriquecidos con representaciones comerciales, con la especulación, con los pelotazos turísticos e inmobiliarios. El cambulloneo como leiv-motiv, genera también la contrapartida del miedo, del servilismo, del fulanismo, del pedir favores a los pequeños caciques que se instalan en todas los nichos.
Así, uno de nuestros principales rasgos culturales es la cobardía, el miedo que acecha en cada gesto, el apaciguamiento. Parecemos destinados a no llegar nunca a la historia, a recular perpetuamente cuando se necesita dar un paso al frente. A preferir agonizar de rodillas, arrastrándonos, a vivir de pie, no sea que se vaya a molestar alguien. Somos el paradigma extremo de los casos que trazaron Frantz Fanon o Samir Amín.
Silvio Rodríguez canta Solo el amor
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