
Pasado un año, es el ministro soviético el que visita Checoslovaquia. Al igual que en la ocasión anterior, y tras los actos oficiales, el anfitrión recibe al huésped en su vivienda particular. Pero ahora el que se queda con la boca abierta es el ruso. "¡Pero si esta casa es diez veces más lujosa que la mía! Por favor, corresponde a mi confianza contándome cómo lo has conseguido". "Bien, acércate a la ventana que te lo voy a explicar", empezó el checo. "¿Ves el puente aquel de ahí?". "No, no veo ningún puente, camarada". "Pues precisamente", concluyó el checo. Como dicen los italianos, se non e vero, e ben trovato.
Dirán ustedes que qué hago yo contándoles esta historia. Lo confesaré: iba a hablarles de la corrupción en Canarias. De que ya ha alcanzado tales niveles, que no se guardan ni las formas. Ya no se trata del sobre por debajo de la mesa o la ayuda a la campaña electoral. Ni del 5 por ciento de comisión por tal o cual obra pública. Ahora los políticos aparecen descaradamente como agentes comerciales de tal o cual lobby empresarial. Como conseguidores. Vuelan los miles de millones en subvenciones. Desaparecen montañas en el ir y venir del papeleo. Se recalifica hasta lo incalificable. Se trazan líneas férreas en el aire. El despiporre.
De todo eso quería hablarles, ya les digo. Pero la verdad es que me da mucha pereza. No sé si merece la pena en una sociedad que traga con lo que le echan. "Y pues él rompe recatos (explicaba Quevedo) y ablanda al juez más severo, poderoso caballero es don Dinero". Por cierto, acérquense a la ventana. ¿Ven el tren ese de ahí?
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