
Sin embargo, en una colonia como Canarias, el español solía ser el mandamás, el funcionario monárquico o fascista que exhibía una prepotencia sin límites frente a los “mauros” (o máuros, o bien magos -de Magec-) indígenas. Es el godo el que nos desprecia. De hecho, ningún pueblo del Estado ha sufrido la venta de su gente como esclavos, ni algo tan terrible como el llamado “impuesto de sangre”. Frente a esta opresión, y a falta de una expresión mejor (como “colonialista”), los canarios hemos utilizado la palabra godo como termino defensivo.
A la vez, siempre hemos diferenciado entre el peninsular –quién venía aquí a trabajar como uno más, sin chulearnos, y ha sido recibido siempre con los brazos abiertos– y el godo avasallador. Colonizados sí, pero no idiotas.
Silvio Rodríguez canta El Mayor
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