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lunes, 5 de mayo de 2008

Cincinato

Lucius Quinctius Cincinnatus ha si-do desde siempre el paradigma de lo que debe ser un político, modelo de la virtud y de la integridad cívicas. Vivía frugalmente, trabajaba él mismo sus tierras y era totalmente consecuente con sus ideas. En el año 458 a.C., la joven república romana estaba siendo atacada por los ecuos, y todo su ejército, al mando del cónsul Minucio, estaba al borde del desastre, atrapado en un desfiladero.

Para salvar la gravísima situación, se nombró a Cincinato dictador, un cargo que era excepcional y sólo por un periodo de seis meses. Cuando se le informó de su designación, Cincinato estaba arando su campo. Dejando el arado, se marchó al foro, reunió un nuevo ejército, avanzó rápidamente hacia el lugar de la batalla, derrotó a los ecuos, rescató a Minucio y a su ejército, y volvió a Roma. Entusiasmados, los romanos quisieron nombrarle dictador perpetuo, pero Cincinato renunció inmediatamente, sin quedarse en el cargo ni un minuto más de lo necesario, y volvió a trabajar sus tierras.

Comprenderán que me siga emocionando el ejemplo de este hombre en una época en la que lo que se estila es lo contrario. Y en la que muchas personas se aferran a las poltronas y a los privilegios del poder, renunciando a los principios y a la ideología.

Qué quieren que les diga, me recuerdan a la antigua Checoslovaquia dónde, tras la invasión rusa para derrocar al Gobierno y al Partido Comunista en 1968, los dirigentes títeres del nuevo partido “normalizado” se encontraron con una masiva deserción de militantes. Para paliar la situación, sacaron una directiva en la que condonaban el pago de las cuotas durante un año a quienes consiguieran un nuevo afiliado.

El humor popular le añadió algo más: si conseguías dos afiliados, te condonaban las cuotas durante cinco años; si conseguías tres, no tenías que volverlas a pagar en tu vida; si conseguías cuatro, te devolvían el carné. Y si conseguías cinco, te extendían un certificado en el que constaba que jamás habías sido miembro del partido. O sea, que hay quienes, por ser consecuentes con sus ideas, renuncian a los cargos, y quienes, por el cargo, renuncian a su ideas. Certificado incluido.


Phil Ochs canta I Ain't Marching Anymore

[Respuesta hemisférica yanqui: la IV flota de intervención. Fidel Castro]

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