Ya se sabe: el que espera desespera. Siendo, como somos, habitantes del futuro exiliados en esta prehistoria salvaje y desalmada, nos desesperamos esperando que cambien las cosas, que alumbre la época que nos saque de la barbarie, que lleguen los tiempos de las mujeres y los hombres libres.
Los sacerdotes de la conformidad y del embrutecimiento nos siguen adoctrinando sobre las ventajas de la genuflexión, ya que, aseguran, éste es el mejor de los mundos posibles. Y nosotros tenemos que sofocar la desesperación, embridar la impaciencia, refrenar el pálpito de sangre ante la cárcel mental en que nos aprisionan.
Lo cantaba Agostinho Neto, desde la cárcel de la policía política portuguesa en Luanda, en 1960:
Aquí en la cárcel
la rabia contenida en el pecho
espero pacientemente
que se acumulen las nubes
al soplo de la historia.
Nadie impedirá la lluvia.
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