Llevo una temporada que no levanto cabeza: no salgo de una enfermedad para caer en otra. El miedo ahora no es físico, sino laboral. Hemos pasado de que no te podían despedir por estar enfermo, a que sea motivo de despido justificado. Así que ya no tiene uno miedo a la muerte, sino a las represalias de la empresa.
El mismo miedo que a protestar. Porque el peligro no es que te vacíen un ojo o te maten a palos, como ha pasado recientemente. Ni siquiera que te metan en la cárcel. De lo que se trata ahora es de que te multen por "decisión gubernativa", y te embarguen la casa, el sueldo y la vida. Y después a buscar un dinero que no tienes para protestar ante la justicia heredada del fascismo.
Entre verse uno -y su familia- en la calle y sin llavín, o la cárcel, bendita sea la cárcel. Al menos allí se verán obligados a darte algo de comer, cosa que se ahorra tu familia.
El nuevo fascismo, como ven, es más sofisticado.
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