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lunes, 14 de julio de 2008

La Bastilla

El martes 14 de julio de 1789 el pueblo de París tomó por asalto la prisión de La Bastilla, pudridero de muchas víctimas de la arbitrariedad monárqui-ca. El 5 de mayo de 1789, en su discurso inaugural de la Asamblea Nacional, el borbón Luis XVI había dicho que los trabajos de los diputados deberían limitarse única y exclusivamente al estudio del problema financiero que corroía Francia, de modo que las expectativas populares de cambio se vinieron abajo.

Sin embargo, los trabajos se iniciaron y el primer punto de discusión fue la forma de votar. El Primer y Segundo Estado (aristocracia y clero) pretendían una votación por Estados para apoyarse mutuamente, mientras que el Tercer Estado (burgueses, campesinos y obreros), considerando que contaban con otros 600 diputados simpatizantes entre la nobleza y los sacerdotes, solicitaban fuera por persona.

La razón que esgrimía el Tercer Estado o Llano, era que ellos representaban al 96% de la población y, por lo tanto, si los otros dos Estados no querían sesionar con el Estado Llano, las decisiones a tomar por este último serían válidas ya que eran mayoría.

Las dificultades para sesionar en forma conjunta dio oportunidad al rey de cerrar el salón de sesiones y de esa manera disolver a la Asamblea Nacional. Los diputados, indignados, se trasladaron a un salón de Juego de Pelota, y ahí se comprometieron a no separarse mientras no quedase establecida la Constitución.

El 9 de julio de 1789 la Asamblea se declaró Constituyente. Por su parte, la monarquía concentró tropas mercenarias en Versalles, lo que hizo que estallara la ira popular. El periodista Camille Desmoulins y el Duque de Orleans, patriotas revolucionarios, se pusieron al frente del pueblo en las calles de París, armándose con lo que podían, incluido el saqueo de armerías. El 13 de julio se exigió al rey la salida de las tropas mercenarias, pero el borbón se negó.

El pueblo parisino decidió el 14 de julio terminar con la prisión del Estado, La Bastilla, que representaba todas las iniquidades, atropellos e injusticias de la monarquía, y libertar a los presos políticos encarcelados. Los diputados del pueblo, obreros en su mayoría, fueron recibidos con disparos, pero el asalto popular no cejó hasta que la fortaleza se rindió. Las cabezas del gobernador de la Bastilla y del alcalde de París fueron paseadas en picas por París.

Se que ya ustedes sabían todo esto, pero da gusto recordarlo.


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