Perdedor@s

Si manifiesta alguno de estos sín-tomas, está usted perdid@. Si se le atraganta la comida viendo a los niños que agonizan de hambre. Si la indignación ante la injusticia le marca con las huellas tensas del apasiona-miento. Si no sirve para hacer la pelota al mandamás de turno. Si tiene la costumbre de expresar sus ideas. O peor aún: si tiene usted ideas, esa rara manía de pensar con su propia cabeza y sopesar todo cuanto oye. Si la invocación a las razones de Estado para exonerar el crimen le parece el parapeto de los canallas. Si todavía se emociona cuando, en Casablanca, la peña del bar de Rick se enfrenta a los nazis cantando La Marsellesa. O siente un nudo en la garganta cuando se aplica la pena de muerte, la tortura, la ablación del clítoris. Si es practicante de esa extraña fe que consiste en creer en la dignidad de todos los seres humanos. Si aún espera que, algún día, la razón guíe la conducta de los hombres, y no sea necesario proclamar lo evidente. Si a pesar de eso, está convencid@ de que esa es la única forma en que merece la pena vivir. Si todas esas cosas pasan, amig@ mí@, lo suyo no tiene remedio: es usted un(a) perdedor(a). "El que conquista a los demás -dice Laozi- es poderoso; el que se conquista a si mismo es invencible". Perdedor(a) sí, pero irresistible.