
Han elegido bien el momento: final de curso, para quemar definitivamente el movimiento de protesta, como las patronales más duras. Y para quemar a los enseñantes. Lo malo es que esto va a suponer una bajada de brazos generalizada de los docentes.
Ahora se pueden sacar una de dos conclusiones: o no merecía la pena ir a la huelga, o no se fué con suficiente contundencia. Los sindicatos gremiales deben dar una respuesta.
[Bolivia: la conjura oligárquica. Editorial de La Jornada]
No hay comentarios:
Publicar un comentario