Social Icons

youtube rss feed email

miércoles, 30 de abril de 2008

Machote

Aunque ustedes no se lo quieran creer, los varones –algunos de nosotros, al menos– también hemos sufrido las consecuencias del machismo. Nuestra educación sentimental empezaba por aquello de que los hombres no lloran, y de ahí para delante.

Había, pues, que mantenerse impasibles, duros y bravucones, alardear de proezas y aparentar ser como Glenn Ford. Ya saben, el tipo ese que abofeteaba a Margarita Carmen Cansino, llamada Rita Hayworth, en Gilda.

La verdad es que era un esfuerzo brutal. Y si no lo hacías, corrías el peligro de ser tachado de "afeminado", y sufrir las consecuencias, que solían ser bastante crueles.

Así que procurábamos disimular al máximo las emociones, apretar los dientes y ser machotes. Aprendimos a no llorar pasase lo que pasase, aunque muchas veces quedáramos añurgados. Nos convertimos en unos auténticos bizcochos de Moya (duros por fuera, blanditos por dentro).

Y cuando ya te habías acostumbrado a ese papel, a esa soledad, ¡rian!, se pone de moda ser sensible y mostrar el lado femenino. Imagínense ustedes que hacía un tipo con dieciocho años, uno noventa y ciento cuatro kilos, criado en las laderas del Guiniguada, buscando de repente su lado femenino porque, si no, no había forma de jalarse una rosca. (Y de la otra manera tampoco, seamos claros: a la semana, las pibas se cansaban de la sensibilidad y se iban con otro).

Sinceramente, sigo sin saber muy bien en que se supone que consiste mi lado femenino. Realizar las tareas domésticas no me lo parece especialmente: es algo que hay que hacer y se hace. ¿O es que uno deja de ser varonil por planchar o fregar la loza? Lo contrario sería convertirse en un vulgar explotador. Claro, es muy cómodo seguir siendo el niñito de su mami que no es capaz ni de lavarse los calzoncillos.

Por otro lado, la sensibilidad, los sentimientos y la intuición no han de ser particularmente femeninos. Aún más, los considero ingredientes fundamentales de la masculinidad. Siempre he amado mujeres fuertes, decididas y, precisamente por ello, irresistiblemente femeninas.

Así que a estas alturas, comprenderán, ya uno ha dimitido de todos esos roles sexuales y está por ser, simplemente, humano. "Pero una vez más moriré humano –decía el poeta persa Rumi Yalal ad-Din- para elevarme con los ángeles. Y cuando sacrifique mi alma de ángel, seré lo que ninguna mente ha concebido". Ya saben: Humphrey y yo somos así.

No hay comentarios: