luchaban los hombres contra los hombres.
Reinaba el hambre dura y escuálida
sobre las planicies grises
al lado de cubiertos de oro y mansiones de inmundicia.
Silban los trenes ahora en otros continentes,
con naves plateadas que cruzan el vacío,
el frío del espacio que penetra hasta los huesos,
los motores atómicos zumbando suavemente.
Qué lejos está la estación de tránsito,
qué lejos los planetas verdes de atmósferas azules.
Y aquí seguimos atrapados en la rueda de los deseos,
maravillados, desesperados, cansinos,
sordos, ciegos,
esperando
de cara al mar
junto a las costas de Salamina.
(De Exopiélago)
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