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domingo, 11 de octubre de 2009

Los dientes de la noche

Demos olvido a aquel tiempo de tinieblas.
(FLAVIO CLAUDIO JULIANO, el Apóstata)


Llega la noche en espirales de humo
a arrinconarnos en nuestras diminutas satrapías.
Una incertidumbre ronda en la atmósfera deshabitada.
Los fantasmas acechan en los pasillos del alma,
mientras la angustia se agolpa en la boca del estómago.
Largas jornadas grises de esclavos aturdidos
y noches amargas de contabilidades tristes.

Desgarrados por la batalla entre los besos y el insomnio,
nos vestimos con la coraza de los lacedemonios,
nos ungimos con pasta de dientes,
hacemos ofrendas al despertador que nos marca
dormir en turnos de galera.
Día tras día nos alquilamos como mercancías
para las que no hay ternura sino cuerda,
el olvido en alas de un péndulo.

Aspiro el humo en espirales oscuras.
Anoto estas palabras con sangre diluida.
Es la noche un zumbido persistente, un único latido,
una derrota quebrantada en signos.

Se desvanece la esperanza en un surco infinito,
en un canal de Marte, en el lecho de un río.
Las sábanas son la puerta del infierno:
qué solos de uno en uno,
qué solos de una en uno,
que largo el silencio entreabierto,
que mudos los gritos en habitaciones vacías.

Acecha la noche con su velo de humo.
Nos giramos hacia el lado del corazón
para abrir el costado al ángel del sueño,
a los latidos de la ciudad que rechina,
a las listas necesarias y los recuentos perdidos.

Un túnel turbio se abre paso en las tinieblas,
la fría presencia de un dios sombrío
que marca la gastada ruta
en la que eternamente nos vemos perdidos,
mientras nos deslizamos en una trinchera de frazadas
como en un refugio nuclear
o un acorazado submarino.

En el océano de la noche naufragamos.
Nos hundimos como guerreros desolados
esperando solitarios la redención del alba,
que llegue de nuevo el día
como un invencible martillo de fuego.

(De Diario íntimo de una bomba a punto de estallar)


Taxara, de Rodolfo Santana

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