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domingo, 3 de agosto de 2008

La mano en el bolsillo

No sé por qué extraña razón, al fascismo no le hacia maldita gracia que uno tuviera la mano en el bolsillo del pantalón. Y si eran las dos, peor. Nos lo prohibían desde pequeñitos en las escuelas e institutos, donde nos obligaban a cantar el “Cara al Sol” formados y alineados. Nos lo prohibían en el servicio militar, donde el pantalón de faena no tenía bolsillos, no sea que fuéramos a caer en la tentación. Estaba mal visto en cualquier actividad social.

El trabe del nacional-catolicismo con el asunto de las manos en el bolsillo era enfermizo. En su depravada imaginación, había algo de obsceno en estar tranquilamente relajados, en esa postura tan cómoda. Ser feliz o, simplemente, estar a gusto, les parecía anatema.

Era la moral de la camisa azul y las mangas remangadas: había que ser productivo y, sobre todo, parecerlo. Actividad acelerada y fanática, y no languidez sospechosa.

No vean la agradable sensación pecaminosa que se le ha quedado a uno cuando descansa disipadamente la mano en el bolsillo. No les digo nada si es en el bolsillo de atrás.




Hijos de las nubes, documental de Carlos González sobre la represión marroquí contra los estudiantes saharauis (dos partes)


[El punto muerto del presente y nuestras tareas. Basanta, miembro del comité central del Partido Comunista de Nepal (Maoísta)]



[Una cuestión de terminología. Malcom Lagauche.]

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